Durante toda mi vida, he estado ligado a mujeres que trabajan; mis abuelas, mi madre, mis esposas, mis hijas, mis amigas, no concibo la existencia de este género sin el desarrollo de sus capacidades, pocas veces me convence una mujer de que la opción de su existencia es, llegar a ser una parasita de un hombre que trabaje o tenga todo el dinero del mundo para mantenerla.
He leído lo suficiente sobre el origen de la especie; y me queda claro de que la hembra humana y su sexualidad tan singular, hicieron posible nuestra existencia como especie; por todo ello, me resulta reticente hablar de un feminismo trasnochado o del tema de moda, la “equidad de género” que es una fórmula comodina para darle espacios a la mujer en la representación política solo por su condición de ser mujeres.
No me convencen los decretos de los ubicuos diputados del congreso local, que adicionan la Ley electoral para darle cuotas de género a las mujeres, en obsecuencia política a la iniciativa del gobernador del Estado, Roberto Sandoval Castañeda, y parto del contexto de que aún le falta mucho por evolucionar a la sociedad mexicana, cuyo machismo está en el tejido social, que deviene del adn del mexicano, producto del mestizaje, de la conquista española.
Las mujeres mexicanas, quizás muchas de ellas no lo sepan, tienen un sinfín de singularidades que las hacen únicas en el mundo, pudiera ser que en ciertas sociedades de Oceanía pudieran parecérsele; en el siglo pasado, varios amigos que vivieron en la extinta Urss, me contaban que, cuando llegaba una mexicana, todos se la disputaban, por una serie de argumentos, en los cuales destacaba la feminidad, el decoro, la autosuficiencia y una sexualidad sin parangón.
México vive hoy una difícil vida social, aún estamos empantanados en la transición política de la alternancia de la segunda o tercera alternancia en los gobiernos estatales y en la presidencia de la república; los espacios que la sociedad ha conminado a los partidos políticos para que se abran a la presencia femenina desde luego que no son gratuitos, nuestras mujeres han demostrado que valen por sí mismas, sin el apoyo del varón, sin dependencia moral o económica de nadie.
Ayer, los diputados aprobaron por unanimidad las adiciones a la ley electoral, se sientan las bases para evitar los chanchullos de los partidos que le siguen dando vuelta a la integración de sus candidaturas electorales, simulando la equidad de género; bienvenidas las reformas. Pero que no se les olvide, no es una graciosa concesión del gobernante, es un acto de congruencia, y tienen que demostrar que son capaces para competir y acreditar que tienen tamaños para ser activas protagonistas de estos tiempos.
No se trata de competir y ubicar o desplazar los espacios de los varones, sino saberse integradas a una sociedad plural que necesita de su presencia en todos los órdenes; y para que no dependan de ningún cabrón, tienen que capacitarse, capacitarse y ser iguales o mejores que los hombres que dominan los espacios del poder.
Así concibo el cómo se construye una sociedad más igualitaria, junto a la mujer que aporta lo mejor de sí misma, y que viene a darle un sentido superior a la integración del ciudadano, sin ambages, sin simulaciones y con plena honestidad.
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