Así Reportó la CIA cómo Ocurrió la Masacre del 2 de Octubre de 1968

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Documentos desclasificados muestran que EEUU conoció desde el inicio la responsabilidad del Ejército y del batallón Olimpia en la sangrienta represión.


IMAGEN CABLE 1

En un inusual estado de alerta, desde el 21 de agosto hasta el 30 de septiembre de 1968, tres barcos artillados y dos dragaminas de la Marina mexicana patrullaron las costas de Yucatán, en espera de lo que sería una presunta infiltración de armas provenientes de Cuba. Se temía una conjura comunista y con esa falacia navegaron las más altas autoridades del país, ordenando la masacre perpetrada por el Ejército en contra del movimiento estudiantil, un 2 de octubre de hace 55 años.

Hoy sabemos que los pertrechos nunca llegaron, y aunque no hay muchos detalles sobre esa travesía marítima, 11 lustros después ya podemos conocer cuáles eran las premisas oficiales de la época, reportadas por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA, por sus siglas en inglés) en decenas de cables que recientemente han sido desclasificados, al menos parcialmente.

“Alerta militar mexicana por posible infiltración de armas cubanas destinadas para el uso de los estudiantes”, se lee en el asunto de un cable fechado el 24 de agosto de 1968, cuya copia posee ALTO NIVEL. La fuente de esta información permanece oculta, aunque se trata de un hombre que le reportó a la CIA que “el gobierno cubano intentaría infiltrar armas a México para el uso de los estudiantes y sus simpatizantes”.

Más adelante se explica que la Marina “ha sido puesta en alerta”, por lo que se ordenó, además del patrullaje en las costas yucatecas, que personal de tierra también estuviera atento a una “posible infiltración de armas”.

Militares y paramilitares

No había armas entre los estudiantes, ni se las enviarían de Cuba, en realidad, aquella tarde del 2 de octubre de 1968 los jóvenes fueron emboscados por dos fuerzas gubernamentales: Por un lado, estaban elementos del Ejército, por el otro, miembros del paramilitar batallón Olimpia, ambos dispuestos para reprimir violentamente la protesta, y así lo reportó la CIA.

“Miembros de la brigada Olimpia se posicionaron como francotiradores en los edificios de departamentos” que daban a la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, “otros estaban en el piso inferior del edificio Chihuahua, bajo el balcón” donde se ubicaban los oradores del mitin, apunta un cable fechado el 5 de octubre de 1968.

El batallón Olimpia abrió fuego, enseguida respondió el Ejército, y en medio fueron segadas decenas de vidas que habían llegado a la protesta exigiendo libertades democráticas.

La Guerra Fría en México

Lejos de entender que los estudiantes, aglutinados en el Consejo Nacional de Huelga (CNH), conformaron un movimiento genuinamente orgánico que se estaba rebelando en contra del Estado antidemocrático que prevalecía en México, el gobierno federal, imbuido por la paranoia de la guerra fría, mantuvo su teoría de que “elementos comunistas, respaldados por las Embajadas soviética y cubana”, eran los instigadores de las protestas de los jóvenes.

Esa acusación, que de manera pública y reiterada hizo el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, incluso fue puesta en duda en un extenso análisis de la CIA fechado en el mismo mes de octubre de 1968, tras la matanza de Tlatelolco.

“Estaba claro que muchos de los estudiantes participantes no estaban bajo control comunista, y que la mayoría no participó en las protestas”. De hecho, “la importancia del rol que subsecuentemente jugaron en los disturbios elementos comunistas no está clara, como tampoco lo está el grado de involucramiento de las embajadas soviética o cubana”, explica el reporte.



Una falacia histórica

El análisis añade, cayendo en cierta contradicción, que “además del conocido involucramiento de comunistas en la agitación, numerosos grupos de izquierda, incluyendo entre otros trotskistas, maoístas y seguidores de (Ernesto Che) Guevara, ayudaron a encender y a mantener viva la protesta, capitalizando temas tan cargados de emociones como la brutalidad policiaca y la violación de la autonomía universitaria”.

Al respecto, no debemos olvidar que las protestas estudiantiles fueron creciendo en importancia y magnitud, por la represión ejercida por militares y policías, y porque el 18 de septiembre de 1968 el Ejército intervino las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), trasgrediendo la autonomía de la máxima casa de estudios del país.

Tres días después, en protesta por el allanamiento militar a Ciudad Universitaria, renunció a su cargo el rector Javier Barros Sierra.

En aquellos días, cuando el Estado era manejado en exclusiva por un partido hegemónico, y la CIA contaba con numerosos informantes, incluyendo entre estos a miembros de la alta burocracia mexicana, nunca se tuvo “evidencia contundente” que señalara que las Embajadas de Cuba o de la Unión Soviética estaban involucradas en el movimiento estudiantil, como repetidamente acusaba el gobierno de Gustavo Diaz Ordaz, y así lo reitera la CIA en otro cable desclasificado.

Es cierto que había militantes de izquierda entre los estudiantes, de hecho, fue esa generación la que -con sus acciones e ideas- mantuvo, a pesar de la represión sufrida, la exigencia para que México transitara a la democracia.

El argumento falaz con el que quiso justificarse el gobierno de la época, esgrimiendo que los jóvenes eran manipulados o financiados por el comunismo extranjero, hizo que tres barcos artillados y dos dragaminas de la Marina patrullaran sin novedades las costas de Yucatán, sus tripulantes obedecieron una orden basada en una mentira, una más de las tantas que llenan los anales de nuestra historia hasta nuestros días.