Ordena Gobierno que Ningún Niño de Primaria y Secundaria Repruebe este Año

Especialistas consideran que la medida profundizará las deficiencias de niños y jóvenes en competencias básicas, lesionando sus derechos humanos.

Privilegiando el egreso de los alumnos y la eficiencia terminal en primaria y secundaria, por encima de las de las habilidades básicas que los menores deben adquirir en la escuela, el gobierno federal ordenó que ningún alumno podrá ser reprobado, así lo dispone un Acuerdo de la Secretaría de Educación Pública (SEP) publicado la noche del martes en el Diario Oficial de la Federación (DOF).

“En todos los casos en que se asiente una calificación numérica en la boleta de evaluación de las y los estudiantes de educación primaria y secundaria, la calificación que deberá registrarse no podrá ser inferior a 6”, apunta el documento.

El seis es la calificación mínima aprobatoria en México, en una escala del 1 al 10, de acuerdo con los planes y programas de estudio en primaria y secundaria.

Cuando se determine esa calificación automática, a pesar de que el alumno en realidad no haya aprobado, el docente del grupo o de asignatura “podrá emitir recomendaciones específicas a las madres, padres de familia o tutores en los casos en que a su consideración sea necesario”.

Esas observaciones, que deberán dar continuidad al desarrollo del aprendizaje de los estudiantes, quedarán a cargo del docente del siguiente grado, pues el Acuerdo prevé “un periodo extraordinario de recuperación” en el inicio del ciclo escolar 2022-2023.

“La valoración de los conocimientos y habilidades con los que las y los estudiantes inician el ciclo escolar 2022-2023 y el plan de atención de aprendizajes prioritarios se aplicará a todas y todos los estudiantes sin excepción”, añade la ordenanza.

Si bien, en todo el mundo, y especialmente en México, la pandemia de Covid-19 afectó el proceso de aprendizaje de niños y jóvenes, esta medida del gobierno federal solo profundizará los rezagos que ya se tienen en los niveles de educación básica y media, consideraron especialistas.

“Una medida como esa, que es arbitraria, que es vertical, y que no permite la autonomía de los maestros, y que no pone en el centro la parte del aprendizaje lo que genera en realidad es una simulación”, apunta Laura Ramírez, directora de Activación de Agentes Educativos de la organización Mexicanos Primero.

En entrevista con ALTO NIVEL, Ramírez enfatiza que hoy los educandos “van a pasar, pero el próximo año, en el próximo ciclo escolar, todo lo que no aprendieron les va a hacer falta, van a ir acarreando el rezago a través del tiempo, y al final los chicos van a terminar más frustrados porque no tienen las competencias para seguir su proceso y trayectoria escolar”.

De su lado, la psicóloga educativa Belinda Rodríguez, reconoce que debido al Covid-19 -en este momento- a los alumnos no se les puede evaluar con los mismos métodos y parámetros que eran utilizados antes de la pandemia.

No obstante, esto no quiere decir que solo hay que pasar a todos los niños y jóvenes, sino que se requieren programas de regularización que se ofrezcan de manera adicional al ciclo escolar, y no dentro de las mismas clases del próximo.

“Vamos arrastrar este rezago durante unos diez años más o menos, y el gran problema se presentará entre los que van a cambiar del nivel de secundaria a la preparatoria”, lo que incluirá un mayor rechazo de aspirantes en el bachillerato, en las entidades federativas en donde para ingresar se realizan exámenes de evaluación.

Por eso, la regularización se debe hacer antes del inicio del próximo ciclo escolar, a través de cursos específicos, tal y como solía hacerse hace varias décadas en el mismo sistema educativo mexicano.

“Había maestros de la misma escuela que daban el curso de regularización a los alumnos menos avanzados, esa sería una opción” que podría implementar la misma SEP, a fin de apoyar a quienes no cuenten con todas las habilidades requeridas en el siguiente grado y, sobre todo, para no hacer gastar a los padres de familia en cursos de verano en instituciones privadas.

Solución insuficiente

Este Acuerdo de la SEP no solo traerá problemas para los estudiantes y padres de familia, sino también para los maestros, y en general para todo el sistema de educación pública en el país, acentuando la desigualdad de los menores que acuden a las escuelas gubernamentales, en contraste con aquellos que lo hacen en colegios de la iniciativa privada.

De igual forma, “es una medida que en el corto plazo solventa el impacto que tuvo la pandemia, porque en los números vamos a decir todos pasaron, pero en la realidad no está poniendo el aprendizaje de los niños y de las niñas al centro, (…) está restando autonomía a la escuela y a los docentes”, comenta Laura Ramírez.

Así mismo, las familias también pierden, empezando por la motivación para enviar a sus hijos a la escuela, porque de antemano saben que sus hijos van a pasar al siguiente grado en automático.

La falta de incentivos lesiona así los derechos humanos de los niños y adolescentes, pues “la escuela no solamente es un lugar para ir a sacar una calificación u otra, al final eso es lo de menos, la escuela es un lugar fundamental para el aprendizaje y la parte socioemocional de los niños”, añade Ramírez.

“Le resta incentivos a las familias, resta autonomía a la comunidad escolar, resta motivación para los niños y puede generar problemas de aprendizaje y de rezago en los años siguientes”, adelanta la especialista de Mexicanos Primero, colectivo dedicado al análisis de la educación en México.

Se trata al final de “una solución insuficiente en el corto plazo”, porque el problema es mucho más profundo: Mexicanos Primero cuenta con un estudio que demuestra que, por la pandemia de Covid-19, hubo pérdida de aprendizaje en todos los niños y niñas en la educación básica de nuestro país, especialmente en competencias matemáticas y lectoras, que son aprendizajes fundamentales para seguir estudiando.

“Cuando tú los pasas, sin hacer un verdadero diagnóstico, sin ver dónde están las carencias en el aprendizaje, entonces lo que generas es que los chicos vayan al siguiente año sin lograr esas habilidades”, la consecuencia es que dependerá del maestro del siguiente ciclo el implementar por su cuenta una estrategia especial para esos menores.

Al final, se profundizarán los problemas de rezago educativo que ya existen en México, pues, aunque saquen seis y pasen de año, “en la vida real sabemos que un niño que está en tercero de secundaria que no sabe dividir va a ver afectado su derecho en muchas otras áreas”, lamenta Laura Ramírez.

“Poner un seis o un siete al final -socialmente- no resuelve para cada individuo el tener las habilidades que necesita para seguir aprendiendo, y para seguir desarrollando sus propias habilidades de aprendizaje”, que no solo incluyen las matemáticas y la lectura, concluye la especialista.