Sexenio de apertura , Claroscuros de su legado
Por Luis Ignacio Palacios
Quienes no lo conocieron, ni vivieron su sexenio, con la óptica del tiempo que hoy vivimos, con la normalidad y los excesos –verbales sobre todo- de la vida democrática que aún se construye en el país, han expresado en todos los tonos la condena y los epítetos en contra del que fuera presidente de la República Luis Echeverría Álvarez; lo cual considero un método erróneo, por la liviandad y la superficialidad de sus argumentos.
Al hacer la condena Ad hominem, revelan ignorancia supina de la historia política de nuestro país; y hoy hablamos de lo que conocimos y de nuestra experiencia particular; a saber.
Cuando fungí como maestro universitario, mis alumnos se negaban a creer que en la ciudad de Guadalajara en los años sesentas, si traías un libro de Marx o de Lenin, la policía política te ponía “cola”, es decir, eras fotografiado, vigilado, y si pertenecías a grupos críticos marginales, de plano espiado en todas tus actividades.
En las logias pre masónicas, el suegro de Luis Echeverría –Don Guadalupe Zuno Hernández- nos patrocinaba los periodiquitos que repartíamos en los barrios populares, llamando a la organización de los trabajadores, exhortábamos a formar “células” para sacarlos del sindicalismo oficial que era férreo y de pleno control corporativo, de lo que se le llamaba “sindicalismo charro”.
Nos atrevimos a hacer un mitin en la placita que está a la entrada del Mercado de San Juan de Dios; alquilamos unas bocinas y una aparato de sonido; el primer orador no pudo hablar más allá de tres o cuatro minutos, condenábamos el imperialismo yanqui y al gobierno represivo de Gustavo Díaz Ordaz; un par de batallones de granaderos de la policía municipal irrumpió y nos rompió bocinas, aparatos de sonido y a quienes no pudimos huir, nos rompieron la cintura a macanazos y nos llevaron detenido a los sótanos de la presidencia municipal.
De ahí a la demarcación Hidalgo; y ya por la madrugada a la prisión del “Cerro del 4”, en donde estuvimos tres días que se nos hicieron eternos.
Detenidos arbitrariamente, encarcelados sin causa penal alguna, nos ubicaron en las peores crujías, la de los drogadictos y homosexuales.
Unos compañeros pudieron hacer presión en contra de la poderosa Federación de Estudiantes de Guadalajara, cientos de estudiantes de Derecho de la UdeG amenazaron con destruir las vallas de la “Feria de Guadalajara”, el asunto llegó al gobernador, al rector y conocidos los hechos nos liberaron, luego de darnos una “calentadita”.
Es decir, no había libertad política, ni vías de comunicación del Estado con la sociedad, esas generaciones, que crecimos con la influencia de la Revolución Cubana y el triunfo electoral de Salvador Allende en Chile, demandábamos diálogo crítico, respuestas y la vigencia del ejercicio de las garantías individuales, derechos de petición, derecho a la libre expresión de la ideas, libertad política pues.
Todo esto y a nivel macro está narrado en los libros de Daniel Cossío Villegas, en las novelas Luis Spota; México tenía un Estado opresor, corporativo e incluyente.
Desde la campaña –en la que participé en la gira por el sur de Jalisco- Luis Echeverría se deslindó del régimen al cual pertenecía; abrió canales de comunicación con todas las voces y gremios antes silenciados; y sí, dentro de los límites o márgenes en que podía moverse dentro de la oligarquía mexicana, llevó a cabo una apertura política.
Una gran amiga es testigo y partícipe, Beatriz Paredes Rangel, líder de las juventudes comunistas de Tlaxcala, partícipe en nuestras reuniones clandestinas luego de la matanza de 2 de octubre en Tlatelolco.
Don Fernando Gutiérrez Barrios, quién fuera director del CISEN, ya el escriba como asesor del caudillo Emilio M. González presidente de la Gran Comisión del Senado de la República, me confirmó los nombres de connotados líderes de la ahora oposición de “izquierda” que eran los infiltrados del gobierno en los comités estudiantiles en los años de la insurgencia estudiantil y de la guerrilla urbana.
Echeverría creó instituciones de apertura política y con un modelo populista el Estado se transformó en promotor del desarrollo económico nacional; se crearon cientos de Fideicomisos para la financiación de múltiples actividades productivas, muchas de las cuales siguen funcionando y otras víctimas del flagelo de la clase política, la corrupción, la impunidad y el aprovechamiento patrimonial del ejercicio del poder y de la administración de las para estatales.
A la apertura política, grupúsculos muy focalizados la llevaron hasta la guerrilla urbana y rural; y el Estado respondió conforme a sus genes, ningún gobierno legalmente establecido puede permitir que por la vía armada le socaven su hegemonía; de ahí el porqué de todas las reformas desde los años setentas hasta la fecha en que gracias al ejercicio de las libertades políticas llegamos a tener un Estado democrático de derecho.
El gobierno de Luis Echeverría, aún con sus limitantes, a la luz del devenir histórico del Estado mexicano, constituye un parteaguas que divide a los gobiernos represivos y autoritarios, con los que a golpes de reclamos sociales y luchas marginales, hicieron que México tenga un rostro de democracia política, que con el actual grupo en el poder, sin duda la está poniendo en riesgo..
Fue el que impulsó la llegada de decenas de jóvenes políticos a las cámaras federales y a los gobiernos estatales, el tribuno Celso Humberto Delgado puede dar fe de ello.
Luis Echeverría, jovencito fue secretario particular del General Agustín Olachea cuando fungió como presidente del CEN del PRI de 1956-1958, y su jefe de ordenanzas era un joven ¿teniente..? llamado Rogelio Flores Curiel, ahí se conocieron y se hicieron compadres dobles, cada cual fue padrino de uno de sus hijos; pero eso, eso es otra historia…
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