Uno de los mejores estudios que se hicieron en el siglo pasado, sobre la revolución mexicana de 1910, lo hizo el Instituto de Investigaciones Históricas de la URSS; un librito extraordinario que compré en Cuba a mediados de los años setentas, junto a otros textos de la misma editorial; bajo la óptica del marxismo de entonces, nuestra revolución fue un movimiento armado pequeño burgués que triunfó y estableció un sistema político singular.
Sistema singular por el matiz ideológico político que le dio sustento; un hibridismo revolucionario, que sustentaba el nacionalismo mexicano, bajo la madre nutricia de toda acción gubernamental, el fetiche denominado “Revolución Mexicana”.
El texto constitucional estableció el capitalismo de Estado, por mantener centralizado en el poder político, las principales fuentes de riqueza pública, el monopolio de los hidrocarburos, la política agraria, el control del sindicalismo de Estado, y un clima de aparentes libertades políticas, teniendo en un puño el proceso de renovación del omnímodo poder presidencial.
La dictadura perfecta.
Empero, la alternancia en el poder presidencial y en los otros órdenes de gobierno, no produjo la democracia política, y con esta involución, uno de los factores ideológicos que le dieron sustento al viejo estado mexicano, de manera paulatina se fue difuminando; el calendario cívico de los mexicanos ha caído en desuso, las efemérides que fueron símbolos e íconos del nacionalismo mexicano, ya no significan nada para las nuevas generaciones, porque los gobierno han abandonado esta liturgia.
Las nuevas generaciones, están ayunas de ideología y con su muerte, tenemos ahora un híbrido, un Estado sin sustento ideológico; sabiendo que una sociedad no puede existir sin un ideal que la sostenga.
En Nayarit, tuvimos dos sexenios anteriores que le dieron la espalda a la cultura cívica, abandonaron los dos gobernadores sus obligaciones de preservar y difundir los valores cívicos, que en cada fecha se rememora la grande epopeya de todos aquellos que con sus luchas, levantaron este gran país.
El sátrapa de la mololoa y Roberto, con impúdica hipocresía se refugiaron en una cursi y falsa religiosidad de la iglesia católica, cuando en su entorno y vida personal representaron la antítesis de los valores religiosos, protagonistas ambos de los pecados capitales que condena su iglesia.
Hoy, el novel gobierno de Toño Echevarría tiene la espléndida oportunidad de demostrarle a sus gobernados que los valores del nacionalismo mexicano, no se extinguen en la fiesta charra; tiene la obligación de recuperar la cultura nacional y difundir la despreciada cultura de nuestra alma nacional, hecha trizas por gobiernos que le dieron la espalda a la rica herencia de cultura nacional que hemos heredado.
Se impone recuperar este patrimonio moral común de los mexicanos…
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