“Hay una naturaleza humana femenina y una naturaleza humana masculina, estas naturalezas son extraordinariamente distintas; los hombres y las mujeres difieren en su naturaleza sexual porque a lo largo de la fase inmensamente larga de cazadores y recolectores de la historia evolutiva humana, los deseos y disposiciones sexuales que resultaban capaces de permitir la adaptación para uno de los sexos eran para el otro, la senda de la desaparición reproductiva..” frase de Donald Symons.
Primero fue mi interés por el origen de nuestra especie; luego, después de que me encontré un libro muy aleccionador, que me dejó esta frase que me ha seguido por años, me ha dado el impulso para seguir explorando el tema y sus actuales implicaciones socio sicológicas en una sociedad como la nuestra: “Cómo la sexualidad de la mujer dio forma a la evolución humana..” frase de Leonard Shlain.
Biológicamente seguimos siendo los mismos, y muchos de los misterios de la evolución apenas los están descubriendo; mientras tanto, en todo tipo de sociedades, patriarcales, arcaicas o liberales, el rol de la mujer sigue siendo un tema fascinante, por las aristas de la lucha feminista, la legítima para obtener mejores espacios en la sociedad, y que inclusive, para radicales feministas las ha llevado al extremo de pedir (y en ocasiones lograrlo) igualdad absoluta en todos los órdenes de nuestro tejido social.
Todo lo anterior viene a cuento, para fijar mi particular posición sobre este trascendental tópico de las relaciones y de la conducta humana en la sociedad en que vivimos; el poder judicial, desde ayer, se viste de rosa, se inicia la semana de la mujer, con una serie de eventos cuyo eje conductor es la figura de la mujer frente a la justicia, no alcanzo a informarme si esta temática será como justiciable o como administradora de la justicia.
En el discurso de la magistrada Ana Isabel Velazco, subyace la posición que demanda la equidad de género, por “que no tiene acceso a la igualdad..” como abogada que es, estimo prudente recordar que el término “equidad” desde los romanos ha sido polémico, porque la raíz latina (y no invoco la griega por que nos metemos en berenjenales) aequitas-atis, que significa igualdad de ánimo, se usó como sinonimia de igualdad, y con el avance de la doctrina de las distintas ramas del derecho, la equidad no es sinónimo de igualdad.
Si ese es el discurso para la semana de la mujer en el poder judicial, están olvidando que polémico o nó, equidad para el derecho es “darle a cada quién lo que le es suyo o le pertenece..” que es, según recuerdo la concepción aristotélica; y en los principios de la justicia, la equidad viene a suplir las lagunas de la ley.
LOS PROBLEMAS DE LA IMPOSIBLE IGUALDAD
Hombres y mujeres no somos iguales, cada cual su género tiene determinados sus roles primigenios; sin embargo sigamos en el campo del derecho judicial, donde la equidad, es la técnica jurídica que permite la aplicación de la ley o la aplicación del derecho flexibilizándolos de manera que la sentencia tenga más en cuenta las circunstancias particulares del caso que el principio de igualdad ante la ley, con el fin de que dicha solución sea justa.
Por ello, se ha dicho también que la equidad es un elemento corrector de la justicia estricta que permite alcanzar más plenamente la justicia; o, si se prefiere, la equidad es la justicia del caso particular; de ahí mis extrañezas ante el discurso reivindicador de nuestra amiga la magistrada Velazco García, cuando hace referencia en que otras latitudes se ha avanzado mucho; y al señalar los cambios en la definición del ser mujer, implica pelearse con siglos de tradición, el dictum es imperativo: “¡cada vez más mujeres estamos listas para esa pelea!”
La oradora del acto cívico de ayer, señaló que los avances en todos los órdenes no se pueden poner por encima del combate de la violencia contra la mujer, “incluso también se tiene que superar la dependencia económica con el hombre..” asertos con los que nadie puede estar en contra. El asunto es, que en el poder judicial, existen más mujeres que hombres en la burocracia que administra justicia; en las doradas magistraturas, solo tienen presencia testimonial, merced a su origen.
Los roles de ambos géneros implican la condición en ésta y en cualquier tipo de sociedad, no somos iguales, y pretender imponer paridad de género por el solo hecho de ser mujer, me parece que es un exceso; lo mismo hacer imperativo el mandato de que en las candidaturas electorales los porcentajes sean iguales para ambos géneros.
En el poder judicial, con la reciente reforma, que adiciona el numeral 87 de su Ley orgánica, al Consejo de la judicatura le recomiendan que la estricta paridad y equidad de género:
“El Consejo de la Judicatura incorporará la perspectiva de género, de forma transversal y equitativa en el desempeño de sus atribuciones, programas y acciones, con el objeto de garantizar a las mujeres y hombres, el ejercicio y goce de sus derechos humanos, en igualdad de condiciones y velará por que los órganos a su cargo así lo hagan.”
En lo particular, mi propensión ha sido el respeto absoluto a la figura femenina, y en el ámbito de mi trabajo, he tenido oportunidad de conocer mujeres inteligentes y capaces en lo suyo, por eso, no acepto como viable este tipo de imposiciones en las nominaciones electorales de los partidos y en las puestos de trabajo en el poder judicial y en otros espacios públicos, que por el hecho de ser mujeres se les deben prodigar; estimo que debe ser ante todo un asunto de capacidad profesional.
Porque entonces se aprecia que bajo el tamiz reivindicador social de la supuesta igualdad, subyace un singular “equidad” que le otorga garantías a las féminas.
CEREBRO GRANDE, PELVIS ESTRECHA
Volvamos al origen de nuestra especie; las transformaciones de los homínidos al humano no fue un cambio climático, ni de recursos alimentarios, fue por un cambio interno, anatómico.!
La estrechez de la pelvis de la hembra humana, hizo que los bebés naciéramos alitriciales, es decir, sumamente inmaduros; y de acuerdo a los cálculos realizados sobre el tamaño de otros primates recién nacidos -entre los cuales están nuestros primos los chimpancés- la duración del embarazo humano debería ser de 18 meses, y no de nueve; dar a luz a niños mucho antes de tiempo, creó problemas únicos de supervivencia de la especie.
Los bebés indefensos les impusieron a las madres inmensas necesidades de atención, lo que impuso una drástica división del trabajo entre los sexos humanos; las mujeres reclutaron a los hombres para ayudarles a criar a la progenie, e hizo que los niños tuvieran un periodo largo de aprendizaje, que es la linda infancia que tenemos.
La naturaleza de nuestra especie, nos impone roles específicos, no podemos ser iguales; con la modernización de la sociedad, es loable que la mujer escape de sus cadenas ancestrales que le impuso la evolución, su evolución como hembra, puesto que existe la hipótesis de que el comportamiento social del hombre evolucionó en respuesta al avance biológico de la mujer.
Se sostiene que la historia de nuestra especie, puede escribirse desde el punto de vista de que los hombres han pasado los últimos 150 mil años, tratando de recobrar el poder que perdieran de manera tan clara ante las mujeres cuando evolucionaron a partir del homo erectus; pero siempre nos llevan la ventaja, son una especie única e imprescindible, la Gyna sapiens.
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