Por Luis Ignacio Palacios
- O retroceso populista
- Los riesgos de tener todo el poder
Queda absolutamente claro que el exitoso modelo del presidente de la república, es la instauración de un nuevo orden, lejos del que se pretendió construir desde la reforma democrática de los noventas hasta la alternancia en el poder en la primera parte de este siglo; tiene características muy claras, el poder de un solo hombre con la supremacía del poder ejecutivo, con su legislativo a modo y con un adocenamiento del poder judicial para que nunca más sea un contrapeso del poder presidencial.
Sería un populismo autoritario. Pero, ¿qué es el populismo..?
Podemos decir de manera muy sintética, que el populismo es la expresión de un entendimiento específico de la democracia centrada en la idea de que existe un pueblo homogéneo y unitario cuya voluntad es suprema, y que supone una transformación de “tres pilares de la democracia moderna: el pueblo, el principio de mayoría y la representación”.
Los populistas proclaman soluciones sencillas para los complejos problemas de nuestro tiempo; reivindican la necesidad de que un líder honrado acceda a la más alta magistratura del país, y, una vez ahí, no tenga escrúpulo alguno en abolir los obstáculos institucionales que le impidan llevar a cabo la “voluntad del pueblo” sin intermediación de los partidos políticos; y culpan a otros de que sus soluciones no funcionen.
Son democracias disfrazadas, que permiten que el líder electo popularmente ejecute la voluntad popular que él mismo interpreta, que la personifica. Este modelo tiene implicaciones políticas enormes.
En primer lugar, una simulación de los procedimientos democráticos formales para imponer la voluntad del “pueblo” (las consultas populares hechas al vapor y sin el debido rigor metodológico) y dar legitimidad a las decisiones que, en realidad, son tomadas por el líder carismático que encarna la voluntad popular.
En segundo, abolir “legalmente” toda la construcción institucional de la democracia liberal que está diseña para evitar la concentración del poder y la garantía de los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Dicen los estudiosos del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM que “de estos populismos se permite encuadrar las propuestas de López Obrador en un marco más amplio, que incluso podemos denominar como “constitucionalismo populista”
Las diferentes reformas están dirigidas a asegurar que esa voluntad popular se exprese por medio del presidente y su partido en un Congreso que no admite espacio para las minorías; para eliminar cualquier obstáculo institucional fuera del control del presidente (eliminación de las autonomías constitucionales); donde los jueces sean electos popularmente, lo cual aseguraría que sus decisiones traducen ese saber popular (y si no es así, se establece un candado de control mediante el Tribunal de Disciplina Popular); donde el ejército, que es “pueblo uniformado”, se suma al aparato gubernamental y le asegura el control del ejercicio de la fuerza; donde los mecanismos de control de legalidad y constitucionalidad pueden ser acotados; y donde existe un amplio espacio para las políticas sociales discrecionales y basadas en transferencias directas que aseguren un vínculo de lealtad entre el presidente y los muchos beneficiarios que incluyen especialmente jóvenes y adultos mayores.
En suma, una Constitución que acumula poder en el presidente legitimado por el voto popular.
Lo que resulta innegable es que las iniciativas de reformas, (el denominado plan C) de ser aprobadas, implicarían una modificación sustantiva de las condiciones de legalidad y legitimidad del sistema jurídico. Y, por ello, requieren de mucha atención, porque son portadoras de un futuro distinto, incierto, pero no más democrático.”
Mañana, “los alcances de la reforma al poder judicial”.
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