Treinta días o más tienen los escolapios en nuestro país, España que tiene un poco más de horas de trabajo, cuentan sus trabajadores con largas vacaciones, alemanes, franceses y daneses por igual treinta días de vacaciones en los veranos que, como vemos son extremos en todas partes del mundo; en Europa, se tiene como promedio veinticinco días de asueto, eso, desde luego sin contar los días festivos obligatorios que, son catorce, doce, diez en estos países.
Estas semanas de julio, los poderes judiciales del distrito federal, de Jalisco, tienen tres semanas de vacaciones, en el Tribunal superior de justicia local, solo dos semanas, cuestión que las fiscalías aprovechan para que también la procuración de justicia descienda un tanto, dado que la mitad de su personal se rota para tener dos semanas de vacaciones como promedio.
Las actividades en lo general disminuyen, el tráfico vehicular es menor, una ciudad tan congestionada en sus rúas como Guadalajara, en este tiempo, se transita sin problemas; Mazatlán, Puerto Vallarta, nuestros exclusivos resort´s de Bahía de Banderas, se ven pletóricos de turistas nacionales, cosa que no es del agrado de taxistas, meseros, cantineros, porque dicen que el turista mexicano es malo para las propinas; en algunos hoteles de servicio del “todo incluído”, se quejan de las exigencias de los connacionales, y que, en las albercas, desaparecen las toallas.
Al inicio de los sesentas, mi familia viajaba por ferrocarril hasta una apartada “estación Chilapa” durante los veranos íbamos a un rancho ganadero en las inmediaciones de la sierra de Rosamorada, el rancho “Venadillos” era un lugar ordeñas, el día tenía su rutina a la que me involucraba con los hijos de Don Clemente Espericueta, antes de despuntar el alba, sacar lo becerros, llevar las vacas a la ordeña, desayunar frijoles con queso, panela, carne de venado, café oloroso, con la tortillas enormes que nos hacían, luego llevar el ato del ganado a pastar, en esos valles verdes esmeraldados, cruzados de arroyos por todos lados, dejarlos y al regresar al rancho, a bañarnos en las pozas que se hacían en las rocas de tepetate.
Días de calores, con una enorme humedad, con esa vegetación ubérrima, y ya por la tarde ir por las vacas, y en muchas ocasiones regresar con la tormenta de las tardes; las noches en la sierra, sin luz eléctrica, con unos cuantos quinqués, los hombres durmiendo en la cabaña grande con las sillas y enseres de las remudas, la cocina y el comedor, y las mujeres en la otra cabaña, mi madre, mis hermanas y las hijas de la familia anfitriona.
EL OCIO CREATIVO
Las noches de tormenta eran sin duda intimidantes, escuchábamos el aullar de los coyotes y el rugido del puma que bajaba de sus cuevas, con las escopetas y los 22 listos para ir tirarle al coyote que se metía a los gallineros, o el puma que se metía al corral de los becerritos; adolescente el escriba sentía la emoción cuando los hombres grandes agarraban las armas para defender su patrimonio.
Todo el día era de trabajo, las mujeres con las cuajadas haciendo los quesos, adoberas y panelas; las cecinas de venado, colgadas a un lado del fogón para aumarse; cocer a diario el maíz para el nixtamal, en el molino de mano hacer la masa y a las visitas nos consentían haciendo burritos o gorditas para ponerles la gruesa nata de las ollas dónde hervían la leche; una parte de la ordeña se la llevaban en esos singulares botes lecheros, en las remudas se llevaban dos, junto a los chiquihuites que cargaban maíz, chayotes o camotes; la otra ordeña, se dejaba en tinas para la cuajada, quesos, requesón y panelas.
En el verano esta parte de entrada a la sierra, se muestra con todo su esplendor, todos los tonos de verde, flores y frutos multicolores, calor intenso al medio día, tardes frescas, ya al regreso con las vacas a encerrarlas en sus corrales; en mi mochila, llevaba unos dos o tres libros, que leía por la tarde noche con la luz del quinqué que nos apagaban como a las diez de la noche.
Recuerdo haber comprado algunos títulos por correo en “populibros La Prensa” y de entre ellos, uno de Schopenhauer cuyo título disgustó a mi padre “El amor, las mujeres y la muerte” que tenía una serie de aforismos cínicos, que están en los ensayos, cómo el filósofo alemán describe la evolución del instinto para perpetuar nuestra especie, el amor pasional como una estratagema de la naturaleza, y el cómo dice que “las mujeres aman a hombres feísimos, nunca a un bello afeminado..”
Aún leía los libros de Emilio Salgari, las aventuras del príncipe Sandokan que en las selvas de Borneo o Malasia luchaba a muerte contra los ingleses; esos eran mis veranos, dos o tres semanas de convivir con esta gente de vida sencilla, explorando en sus alrededores, para distinguir la huella del coyote, de armadillos, de tejones, o zorrillos; y no andar cerca de algunos árboles de dónde bajaban las chirrioneras o los coralillos, venenosas serpientes, multicolores.
¿Hace más calor ahora que hace cincuenta años..? dicen los meteorólogos que es posible que este 2015 sea el año más caluroso desde que en mil ochocientos y tantos se mide la temperatura en el mundo; en las ciudades, la mancha de asfalto genera calorón, denso sin soplo de aire; en nuestras playas, el calor que se soporta en ramadas y con cheve…
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