Un día antes, el 30 de abril, en que se celebra el “Día del niño”, en las inmediaciones de un balneario en los primeros metros de la carretera a Jalcocotán, un muchacho rumbo a un festejo juvenil, montado en un burro, con una vestimenta similar al edil de Sanbolas, con un bigote postizo, hacía la parodia de este tipejo, que se ha convertido en el hazmereir de los nayaritas, que, en los medios nacionales, refleja el grado de estolidez y vulgaridad que tienen los políticos locales.
Me pareció excelente esta singular muestra del humor crítico de los jóvenes, quienes hoy no tienen normatipo a seguir, solo reciben de los personajes públicos una grotesca muestra del inaudito al que se ha llegado en las ambiciones desmesuradas en la pervivencia en el poder; las nuevas generaciones tienen desprecio por los políticos y gobernantes porque por su falta de preparación y carencias de valores sociales, hacen de su quehacer un ejercicio patrimonialista.
Y ayer, en el desfile del 1° de mayo, el sindicato mayoritario de los burócratas de Nayarit, al servicio del poder estatal y de los municipios; aún con su inexistencia jurídica, dio una muestra de su poder de convocatoria –desfilaron, chantajeados o nó- se manifestaron con una festiva y dura crítica en contra del gobernante, capitalizando su pasión por los caballos finos, hicieron una parodia de esta proclividad de Roberto Sandoval.
El humor, crítico, ácido, vitriólico; siempre será un componente al que se puede recurrir en las contradicciones políticas; en el escenario actual de los desencuentros de la administración de Sandoval con el sindicato que encabeza su matriarca Águeda Galicia, radicalizadas sus posiciones, se llegó ya al terreno de no regreso, no se ha privilegiado la política, unos y otro, llevaron su pretensión a lo innegociable.
El que esto escribe, hace tres años, se lo dijo al gobernante, a su secretario general de gobierno; ninguna administración debería ser puesta en la picota del descrédito por sindicato alguno; recomendaba en ese entonces, que se hiciesen públicas las desmesuradas pretensiones de este sindicato, para la renovación de su contrato colectivo; les pedí los documentos presentados y me los negaron.
Tuvo que llegar la insurgencia de los alcaldes de la entidad, encabezados por el entonces edil de Tepic, Héctor González Curiel, para que medios y la sociedad conocieran a cabalidad, el descomunal estado de excepción que tienen los trabajadores al servicio del Estado, bajo el manto protector de este arcaico sindicalismo.
TIEMPO POLÍTICO QUE YA NO FUE
Gobernantes irresponsables, como el anterior, el sátrapa Ney González, fueron los artífices de este inusual e inadmisible régimen de prestaciones exageradas que tuvieron en su momento el Sutsem; hoy, con la cerrazón de las pláticas y con el ejercicio de las acciones judiciales, las inusitadas prestaciones que no son contrato ley, sino prebendas consensadas entre ambas partes, están en el limbo de la nada jurídica.
Águeda lo sabe, pero empecinada en un proyecto de estirar la liga de las negociaciones hasta lo imposible, hoy tiene el incómodo papel de ser una facción sindical, fanatizados en grado extremo, enarbolan imposibles, demandan lo inexistente, y no quieren percatarse de que su tiempo político es un tiempo que ya se fue a las vitrinas de la historia oprobiosa del sindicalismo de Estado.
El humor ácido, que desplegaron en su desfile contra la persona del gobernante, es una inusual (en la entidad) y eficaz herramienta de crítica política, logra una interconexión con la sociedad y medios; algunos literatos han dicho que si quieres decirle la verdad a la gente, hazles reír; entiendo que la parodia de los caballos es, un asunto de la antropología social.
El lance bucólico de los sindicalistas, no les hizo nada de gracia al gobernante y a su círculo rojo; en cambio a los hacedores de los medios y una buena parte de la sociedad, que son contestatarios y críticos a ultranza de todo lo que sea o huela al gobierno de Roberto Sandoval, sin duda alguna fue motivo de haberlo festinado; se explica, comparten cognitivamente el mismo código cultural necesario para entender el significado de la crítica.
En cualquier caso, esta capacidad que tenemos para crear humor, parece especialmente apta en todas partes para referirse a la realidad política. En el tiempo que vivimos, esto es así porque permite decir cosas de forma implícita que pueden ser entendidas en tanto se compartan los códigos de interpretación.
Pero además, en tanto que provoca la risa, el mensaje impacta más intensamente en quien lo recibe; aquello que nos hace gracia se repite dentro de nuestra cabeza, se graba en la memoria con firmeza.
No debemos extrañarnos, pues que la sátira, la ironía, el sarcasmo, el epigrama satírico, la comedia, la fábula, el humor en definitiva, hayan sido siempre los excelentes instrumentos para la crítica político-social y hoy, -que tenemos auto censura- permite la burla: pese que no existen restricciones a la libertad de expresión.
Helos ahí, el Sutsem y su poder transgresor y performativo del humor, le da fuerza a la crítica política ejercida a través de éste; y quizás a la postre no altere en nada el contexto de la esterilidad de su radicalización para resolver sus contradicciones con la administración de Roberto Sandoval. Digo…
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