LA “NUEVA” NORMALIDAD POLÍTICA

  • Atonía de los partidos políticos
  • Ausencia de liderazgos y normatipos

México vive –y cuesta decirlo- circunstancias excepcionales; a la par de una modelo hegemónico de sincretismo político en el poder presidencial, la guerra civil de baja intensidad que protagoniza la delincuencia en amplias zonas de varias entidades de la república. El motor de la ambición, el dominio territorial y el trasiego de enervantes, ante la pasividad extrema del Estado mexicano que construye una guardia nacional sin que enfrente a los cárteles y unas fuerzas armadas en ocupaciones administrativas que les son ajenas, propias de civiles.

En Nayarit, como en el contexto nacional, los partidos políticos tradicionales, PRI, PAN, lo que queda del PRD, no actúan en congruencia frente al hegemónico MORENA, que como oficialismo se debate en sus luchas internas para obtener la herencia que en dos años dejará en manos de sus sucesores el presidente de México.

Los procesos electorales recientes ya lo demostraron, unidos los tres partidos pueden ser un valladar al oficialismo; con liderazgos apenas emergentes, tanto en un lado como en el otro, los nuevos gobernantes estatales representan el variopinto escenario que tiene hoy la sociedad mexicana, sociedad que se debate en sus entrañas en un crisol candente, donde confluye los estertores de la pandemia del COVID y una economía que sorprende a propios y extraños por su enorme capacidad de recuperación, pese a la inocultable inflación galopante con que inició el año.

El epicentro de la actividad política que siempre hemos tenido en la entidad, tiene su atención ahora en los procesos judiciales en contra de los funcionarios del cuatrienio anterior que pretendieron –y algunos lo lograron- despacharse con la cuchara grande en permisos, concesiones y prebendas propias de un gobierno irresponsable que ejerció el poder de modo francamente patrimonialista, es decir no cumplir con los objetivos sociales, sino de aprovechar los enormes recursos que se tiene en la administración pública estatal, para beneficio de unos cuantos, los íntimos del ahora ex gobernador.

La cultura política que permea en las nueva generaciones es precaria, endeble y sin contenido social y justicialista, con los lastimosos ejemplos de los últimos tres gobernantes que ha tenido Nayarit, el desencanto permea en la sociedad, y quehacer político no les atractivo a las mejores inteligencias emergentes, la política está tan desprestigiada que es un oprobio que se cite como objetivo superior de los nuevos profesionales.

Este es un tiempo de renovaciones, un parto sufrido para la sociedad ahíta de corruptos e ineficaces gobernantes; existe un marcado desencanto de las generaciones que llegan con el sibaritismo y la intrascendencia de sus ocupaciones cotidianas, como si la sociedad y sus estructuras fuesen inalterables. Muertas las ideologías, nos hemos quedado con el pragmatismo funcional.

Las instituciones del Estado funcionan; y deben funcionar en pos de objetivos superiores, para generar nuevas adhesiones y se redescubra el sentido de pertenencia a un ideal que conjunte y anime a la renovación de nuestras instituciones, que mucho les falta para responder en consecuencia a los retos generales de este tiempo. Es menester recuperar la más pura esencia de los fines superiores del Estado, la justicia social, abatir rezagos y promover el bien común.

Sin duda alguna, tareas nada fáciles…

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