Por Luis Ignacio Palacios
· El legado a Claudia Sheinbaum
· Crisis institucional y un país agitado
México está muy lejos de ser un Estado de bienestar; el híbrido populista que nos deja el obradorato se mantiene con alfileres en cuestiones de vital importancia para la sobrevivencia del modelo, inflación, deuda, crisis de seguridad nacional con los grupos delincuenciales en insurgencia; y agotamiento de recursos para proseguir con los costosísimos programas sociales de bienestar a la población joven y adultos mayores.
La investigación de la DEA a 43 políticos mexicanos que están en el poder por presuntos vínculos con el narcotráfico y el financiamiento ilegal de campañas, sus trascendidos implican a gobernadores en ejercicio, indagatorias y posibles “extracciones” podrían generar impacto en la relación bilateral tras la terminación del sexenio de López Obrador.
El costo político de haber obtenido con calzador la aprobación de las reformas constitucionales para apoderarse del poder judicial de la federación y modificar sustancialmente la conformación de los poderes judiciales de los Estado no ha sido dimensionado a cabalidad.
Ningún presidente electo ha tenido una entrega del poder en tan difíciles circunstancias como en las que nos encontramos; salvo la crisis financiera y la devaluación del fin de sexenio de López Portillo, que hizo que Miguel de la Madrid enfrentara un país con proyectos diseñados para otro escenario económico; y así le fue, tuvo un gobierno muy difícil que se agravó con el sismo de 1985.
Las acciones judiciales en instancias locales –la SCJN- e internacionales, como la Comisión o el Tribunal interamericano de derechos humanos, que ya en otras ocasiones en casos similares como en Bolivia y Perú, dictó medidas cautelares en contra del cese masivo de jueces, mantendrán un estado de agitación social y zozobra en las actividades productivas, en las inversiones de empresas automotrices chinas y coreanas, con el añadido del resultado de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos.
La crisis delincuencial del cártel de Sinaloa, donde sus facciones tienen ya cuatro días enfrentándose en Culiacán, dónde los “mayos” con su brazo armado “los rusos” pelean en las calles contra los “chapitos”, violencia que puede escalar en las entidades en donde tienen dominio en el trasiego de los enervantes, Sonora, Baja California, Zacatecas, Coahuila, Sonora y otras.
Todo esto, son los factores que le dimensionan un escenario bastante complicado a la doctora Sheinbaum, que tendremos que verla ya en ejercicio de su propia hegemonía, que, según sus dichos “nunca va a pelear o distanciarse de López Obrador” sin embargo, humana que es, sin duda le impondrá su personal estilo a la poderosa presidencia de la república mexicana.
Como presidente electa ha dado dos, tres señales para atemperar las prisas por la aprobación de la reforma al poder judicial, y el nombramiento de algunos de sus principales miembros del gabinete presidencial dan señales de cierto grado de discrecionalidad, como el nombramiento de los secretarios de la Defensa y de Marina, que pertenecen a una ala “dura” del ejército mexicano.
México atraviesa los peores momentos de su historia reciente, y la inocultable radicalización de sus proyectos hegemónicos de la 4T, con una desgarradora división de la sociedad mexicana, hace falta mucho talento para atemperar el clima de agitación prevaleciente y para la contención de la insurgencia delincuencial.
Si es que existe alguna lógica en la conducta de los políticos de Morena, además de sus desmesuradas ambiciones, es su camaleónica capacidad para afirmarse y mantenerse actuantes; y, mujer al fin, la veremos cómo despliega su autonomía que, de seguro no será una obediente marioneta de su mentor.
Al tiempo; el catastrófico escenario heredado se lo impone…
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