Son, treinta años y algunos más; he tenido el agrado de conocerlas como profesionales del derecho, como funcionarias judiciales y a dos de ellas como buenas amigas, con las que se puede platicar y hablar mal de la gente; el día de hoy, tres destacadas juzgadoras se jubilan en el Tribunal superior de justicia de la entidad: Esperanza Mariscal Verdugo, Georgina Vargas Gómez y Norma Urania Cárdenas Hernández; ellas, tienen el reconocimiento de sus pares y de muchos de los abogados litigantes del foro local.
Cualquiera de ellas tuvo los merecimientos suficientes para ser magistradas del TSJ; incluso, una de ellas hace unos 18, 20 años, encabezaba un grupo de juzgadores que pusieron en jaque a varios magistrados presidentes, eran críticos, muy críticos y expresaban sus particulares criterios por aquellos que, sin carrera judicial alguna, por obra y gracia de su cercanía con el gobernante en turno, fueron nombrados titulares del poder judicial.
Mucha experiencia acumulada, ellas, son juezas puntillosas, constataron las reformas y la mutación de nuestros códigos civil y de procedimientos; fueron operadoras de las reformas constitucionales penales y ahora, se retiran del trabajo al que le entregaron una enorme parte de su vida profesional; cada una de ellas, tiene una parte de las virtudes que todo juzgador debiera contar para desarrollar adecuadamente su trabajo.
El escriba, por la experiencia de haberlas conocido como juzgadoras, puede decir que las tres juezas que le dieron prez en su momento al poder judicial de la entidad, no solo son buenas ciudadanas, y que pueden ser calificadas de buenas personas, ellas incardian en su vida profesional, esas raras virtudes de la ética aplicada a la función judicial; la vieja aspiración de contar un con serio código deontológico como Abogadas.
En la opinión del escriba, las normas deontológicas que necesita todo juzgador, no pueden ser consensuadas ni tener gradualidad alguna; los comportamientos éticos que se expresan en justicia, independencia, imparcialidad y objetividad, en muchas ocasiones fueron los motivos que distinguieron a estas tres juezas, Norma Urania, Georgina y Esperanza; su conducta y que es lo que reclama el foro de todo administrador de justicia, se funda en una ética objetiva.
Cada una de ellas, tiene su carácter sin duda, y qué bueno, son Abogadas que hicieron de su trabajo una profesión de fe; como juzgadoras, sostuvieron la prioridad de lo correcto sobre lo bueno o lo deseable, nunca se anduvieron por las ramas, tuvieron siempre razonamientos prácticos para sustentar sus resoluciones.
Enhorabuena..! que la despedida sea emotiva y les expresen todos los reconocimientos que merecen, porque personificaron por muchos años la constante voluntad de darle a cada justiciable lo que es debido, la virtud de la justicia, como labor natural de todo juez, presupuesto ineludible de la función jurisdiccional.
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