En ocasiones no nos percatamos del cómo hemos llegado a tener el estado social que hoy campea en nuestra sociedad; con cuestiones tan atípicas para la cultura media del mexicano, y con una rapidez extraordinaria para adaptarnos al absurdo, habiendo perdido desde hace lustros nuestra capacidad de asombro, porque los valores sociales que sustentaban nuestro modo de vida, de facto no existen, se difuminaron, y en el inconsciente colectivo de aquella generación que se ha quedado sin nada, la hoquedad política está presente.
¿A qué me refiero..? al Estado antiguo, el que era el ogro incluyente y corporativo, merced a las transformaciones que se hicieron por los impulsos sociales, desapareció pero con la grave condición de que nadie se preocupó por darles los sustitutos de aquellos mecanismos incluyentes; las fuerzas del mercado, oligopólico se han asentado en la estructura de nuestra economía, nada escapa al modelo rampante de un capitalismo híbrido, descarnado, cruel.
Llegamos a estos extremos por la exageración de gobiernos paternalistas, que se preocuparon por mantener sistemas corporativos, buenos para movilizar pueblos en las elecciones, pero muy malos para formar seres productivos, independientes de “papá gobierno”, liderazgos eternos que contribuyeron a la cultura de que todo bién público podría trocarse en bienes de aprovechamiento privado, solo de ellos, en sus cotos exclusivos.
Deuda externa descomunal, devaluaciones, remodelación de la banca del Estado para no seguir tirando el dinero, determinaron cambios estructurales, una banca que no perdona un peso de intereses, y la proliferación de financieras que surgieron como hongos en verano, aprovechando las oportunidades del nuevo modelo, haciendo negocios de saliva, generando deuda en los estratos sociales, con el pretexto de fomentar el desarrollo.
Ahora, en la ciudad, miles de deudores están en carteras vencidas, miles de productores rurales que no tienen la cultura de los seguros agrícolas están en impagos, ante estos prestamistas e intermediarios financieros que aprovechando la laxitud de los gobiernos, de la manera más vil, fincan cobros con intereses altísimos y vuelve el viejo fenómeno de las hipotecas de los bancos, la capitalización de intereses, es decir el cobro algebraico de intereses sobre intereses, fenómeno llamado anatosismo que desde los viejos griegos estaba prohibido.
No hay freno a las sociedades de inversión, las financieras que llegaron para quedarse y hacer flagelo de los necesitados; el Estado aparece impotente ante los latrocinios legales que hoy miles de deudores son objeto de abogados vivales, de notarios cómplices que violan sus propias normas.
LAS TASAS DE INTERÉS
En la letra de nuestros códigos, el mercado de dinero tiene ciertos nichos de plena impunidad, bancos y financieras, tienen diversos contratos del uso de dinero o crédito con intereses del 24% al 43% anuales; cuando se trata de obligaciones mercantiles, la ley establece un 6% anual; cuando se suscriben empréstitos de tipo civil, los códigos establecen un 9% anual; determinaciones que ya nadie cumple, financieras que cobran desde la firma de los pagarés intereses moratorios, del 10% 15% 27% mensual…!
Con este tipo de empréstito, ningún contratante podrá salir de sus deudas; hace años, la caída del mercado inmobiliario determinó el incremento de empréstito con garantías hipotecarias; los notarios, convenencieros con sus clientes, cuando hacen este tipo de operaciones que tiene riesgos, deben dar aviso de sus escrituraciones a la PGR, en cumplimiento de la Ley mal llamada contra el lavado del dinero (de origen de procedencia ilícita) y olímpicamente no lo hacen.
Hoy, toda actividad económica, donde se mueve financiación, de entidades públicas que cobijan a los intermediarios financieros privados, todo es ventaja, casi siempre los contratos son leoninos, la dimensión del problema es, que ya abarca a todo el tejido social.
LA RESPUESTA DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA
El poder judicial de la federación, como todo gran elefante, se mueve muy despacio; los avances en derechos humanos, en tesis y resolutivos que benefician a los ciudadanos, han sido generados por las recomendaciones que recibe el Estado mexicano de la Corte interamericana de derechos humanos; desde el famoso caso Radilla hasta la resolución de contradicción de tesis sobre intereses usurarios, han sentado ya las bases para que los poderes judiciales de los Estados se metan a este ingente problema.
Cuando se trata de pagarés mercantiles, siendo la jurisdicción concurrente de los tribunales de la federación y los locales, ya la corte ha sido específica, el juez de la causa puede intervenir “prudencialmente” de oficio para disminuir el monto de los intereses que se cobran a los deudores, cuando estos son francamente usurarios; ¿de qué estamos hablando cuando se dice usurarios..? nos debemos remitir a la norma penal, que son aquellos intereses que escapan a las mediciones de los códigos civil y mercantil, y al índice de precios al consumidor que establece mensualmente el Banco de México.
En estos momentos de crisis, son los magistrados del poder judicial en Nayarit, quien tienen que enfrentarse al reclamo social de lo que implican sus sentencias; y hay un mucho de gradualismo en el quehacer jurisdiccional, por la costumbre, la venalidad de algunos jueces acostumbrados a pasar a cuchillo judicial a todo deudor moroso, ante la bestialidad de sus acreedores.
Algunos diputados están estudiando el tema, empero el asunto es de muchas aristas, comenzando por la competencia de la norma que es federal; el orden de gobierno estatal puede encontrar algunas polémicas respuestas; mientras tanto, los funcionarios como el secretario general del gobierno, hace de tripas corazón ante los dramas de esta condición usuraria de miles de deudores en impago.
Tienen la espada de Damocles de la violencia legítima que el poder judicial puede hacer en su contra; es de urgencia que el gobierno de la república analice ya un nuevo Fobaproa pero ahora para los jodidos, que deje de ser útil solo para los grandes consorcios, los varones del dinero que siguen clavando sus garras a los menos favorecidos del sistema.
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