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Precarias condiciones de Estado
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El festín de los vencedores
El desarrollo de las sociedades nunca ha sido lineal; desde que la historia registra todos los avatares de los pueblos, existen demasiados ejemplos que nos advierten cuándo es un peligro asumir esquemas totalitarios en el quehacer político y el grotesco resultado del ejercicio de un poder sin equilibrios ni contrapesos.
Los vencedores de la actual contienda electoral en México, han hecho un festín exhibiendo sus miserias morales y su incontinencia a la inteligencia mexicana que reclama en todos los tonos y con todas las voces, un poco de racionalidad.
Empecinados en su fanatismo, con la indecencia inaudita de romper la constitucionalidad de las normas electorales, con un simplismo que llega hasta la náusea se escudan en el eufemismo de que su triunfo electoral será una auténtica patente de corso. Y como tales están actuando.
El viejo adagio lo desconocen, la frase del aquel desconocido filósofo español Ruiz de Santayana «Quien no conoce su historia está condenado a repetirla»; y ejemplos hay muchos aquí en nuestro continente; el fenómeno de López Obrador, se parece y mucho al protagonizado en el Perú por Alberto Fujimori -el “chinito” como le llamaban en sus campañas previas antes de acceder al poder.
La tesis que la «Fujimorización» se produce al confluir tendencias sociales democratizadoras y políticamente excluídas con un generalizado rechazo popular al estamento político. El fenómeno integra variables y desarticula el escenario electoral; luego restringe las libertades, cambiando los poderes, asume el control del país de manera dictatorial, con una corrupción generalizada.
Con el cambio en el Parlamento y las nuevas decisiones que se tomaron el ambiente político tuvo un gran cambio en las reglas de juego, entre ellas se cambió la Constitución del país. De esta forma el fujimorismo cambiaría la estructura económica y el de la seguridad nacional. Y así le fue, condenado a 25 años de prisión, luego de varios años preso con más de 80 años sale de prisión.
Nicaragua con Daniel Ortega es otro ejemplo del cómo el populismo trasnochado termina en tragedia dictatorial; su presidencia desde el 2007 acredita el estado de excepción en que viven sus habitantes.
Y ni que hablar de cómo llegó Hitler al poder, o Mussolini; o Mao o los Kmer Rojos; o el patético ejemplo en Rumania del dictador Nicolae Casescu quien junto con su esposa Elena, luego de un juicio sumario fueron ejecutados por un pelotón de fusilamiento.
Ningún gobierno populista con tintes dictatoriales que apabulla a sus adversarios, que se hace del poder por la vía democrática y luego destruye el sistema de contrapesos y de controles constitucionales, termina bién; ninguno.
Hoy, han hecho oídos sordos a todas las advertencias nacionales y extranjeras, que en la dinámica de la intermediación económica y financiera se tiene con el bloque de Norteamérica, que les alerta de los riesgos y el aislacionismo internacional que han iniciado, nada ni nadie los detiene.
Sí, se incuba el huevo de la serpiente…
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