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Mixtificación de culturas
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Conquista espiritual del mexicano
Educado el escriba en la escuela laica, mis primeras impresiones sobre el culto a la virgen María Guadalupe fueron cuando conocí la peregrinación a la barranca del Pichón; ya adolescente junto con amigos participamos en estas ceremonias, y más que el objetivo religioso nuestras aviesas intenciones, eran acercarnos a las muchas muchachas que iban a las misas de la madrugada del 12 de diciembre y ya de regreso, tomar unas cuantas jícamas de los muchos cultivos aledaños al santuario.
Joven, alcanzado ya el grado de maestro masón, participé en un seminario que realizó la Gran Logia Occidental Mexicana en Guadalajara sobre la religiosidad del pueblo de México y ahí, escuché los textos e investigaciones históricas sobre el origen del culto; y ahora que se constata la prevalencia del culto guadalupano en los mexicanos, poco importa el origen de este culto mixtificado por los frailes católicos, que capitalizaron los reductos de los cultos amerígenas de los meshicas.
El instituto de investigaciones históricos de la UNAM, tienen varios textos al respecto; rescato el siguiente:
«El culto a la virgen de Guadalupe tiene su origen remoto en un santuario prehispánico situado en el cerro del Tepeyac, al norte de la ciudad de México, dedicado a la diosa Tonantzin. Hacia 1525, el santuario fue convertido por los frailes evangelizadores en una ermita católica, dedicada a la virgen María.
Para dar culto a ésta última, los frailes colocaron en ella una pintura de la Virgen como Inmaculada Concepción, realizada por un indio de nombre Marcos, y a la que pronto se atribuyeron poderes milagrosos.
Durante las primeras décadas la ermita fue visitada principalmente por indígenas, pero a mediados del siglo XVII, el culto a la virgen del Tepeyac se extendió a todos los grupos sociales.
Durante la segunda mitad del siglo XVI, surgió entre indígenas educados a la usanza española una leyenda que daba cuenta del origen de la ermita y de la milagrosa imagen. La leyenda conjuga las dos tradiciones que confluyen en la cultura mexicana: la española y la indígena.
Así, a la vez que se inscribe en el marianismo hispánico, fincado en el poder de las imágenes, y sigue un desarrollo narrativo parecido a las leyendas marianas españolas, contiene numerosos elementos de raigambre indígena que lo sitúan dentro de la tradición de los pueblos prehispánicos.»
Importa también señalar que luego de las leyes de reforma y la secularización de los bienes de la iglesia católica, fue el presidente Porfirio Díaz ya en su segundo mandato, quien propició con el clero católico la renovación del culto guadalupano.
El arte y la iconografía de la Virgen de Guadalupe también poseen una historia fascinante. Se cree que la imagen actual de la Guadalupana se basa en una obra flamenca del siglo XV, con influencias de la iconografía cristiana europea. Marcos Cipac Aquino, un artista indígena, es frecuentemente mencionado como posible creador de la imagen actual, lo que sugiere una mezcla de influencias artísticas y simbolismo religioso.
Este entrelazado complejo de culturas refleja la naturaleza única del culto a la Virgen de Guadalupe en México; y sin duda la genuina naturaleza del mexicano, ese enorme conglomerado hoy indiscutiblemente cooptado por Morena; sí, que se imbrica en el otro calificativo de la virgen, la “virgen morena del Tepeyac…”
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