Lo que la sociedad demanda es que la normalidad democrática, ya medianamente alcanzada con la democracia electoral, se refleje también en la necesaria urbanidad política cuando en los cambios de gobierno, se suceden casos como el nuestro, con la llegada de una nueva administración de distinto origen partidario.
Es natural y lógico que un candidato en campaña condene lo que ha hecho el gobierno en turno, empero, se impone la normalización del discurso cuando se asciende al ejercicio del poder, de lo contrario se mantiene un clima de rijosidad, de falta de coherencia en el aparato gubernamental y un precario reflejo en el electorado que ve con azoro, que ya siendo gobierno la campaña de denostaciones sigue y sigue; se retrasa la estabilización y legitimidad que todo gobierno debe tener, al haber alcanzado el triunfo electoral.
Veamos el caso del triunfo de la alianza que llevó a Toño Echevarría al poder ejecutivo de Nayarit; el desgaste político mayúsculo que tuvo el gobierno de Roberto Sandoval en el tramo final de su sexenio, nadie se lo esperaba, inducido desde el gobierno de la república, fue orquestada una campaña mediática nacional para darle la puntilla a su credibilidad, y contribuir así, a un holgado triunfo del abanderado de la coalición PAN-PRD.
En no pocas ocasiones, el PAN, sus dirigencias estatales y nacional, sus candidatos han hecho conciliábulos, alianzas subyacentes y acuerdos en lo oscurito con el PRI, sus dirigentes y sus candidatos, tienen ciertas afinidades en cuanto al ejercicio de la real politik; empero, en el caso que nos ocupa, el PRD puso en la campaña lo que le manda su naturaleza y vocación, la rijosidad extrema, el sectarismo, la condena ad ominen del gobierno precedente, y, llegado el gobierno un activismo político-judicial que raya en la obcecación esquizofrénica.
El problema es para el gobernador Toño Echevarría, que haya o no tenido acuerdos con Roberto Sandoval, se enfrenta al clima de distractores de la autodenominada “comisión de la verdad”, que funciona como el manido instrumento de Lupe Acosta Naranjo, vía Rodrigo González, para mantener en alto el clima mediático, exagerando casos en contra del que se fue y de sus colaboradores cercanos.
El problema para el gobernador Echevarría, es que no tiene partido, el PAN es un grupo de avezados dirigentes, que mantienen en un puño la dirigencia y capitalizan la filia de sus votantes; no tienen ellos la vocación de saber defender a los gobiernos que llevan al poder; y en el PRD, acreditan lo que son, muy buenos para la agitación política, pero pésimos funcionarios, puesto que siempre anteponen sus mezquinos intereses personales y partidarios, antes que los del gobierno al cual deben servir.
HACER Y SER GOBIERNO
Fuera de control la densidad delincuencial, el gobierno trabaja con lo que tiene, y el aparato de seguridad pública y de la fiscalía general, para la percepción ciudadana es que está colapsada su función, no han sido capaces de disuadir a los grupos delincuenciales que siguen con su empecinamiento de entronizarse en la entidad, y esta importante función gubernamental reclama redoblar esfuerzos y dar golpes de timón para modificar percepciones y acreditar eficacia; han sido muchos los daños colaterales que ha recibido la población inerme.
La edad y experiencia como empresario que tiene Toño, le reclama con urgencia asesoría compensatoria, el auxilio y la colaboración de gente capaz y experimentada; impuso su gente en los dos poderes, y son varios los ejemplos de quienes se entregaron sin pudores a los operadores del pasado inmediato, los cínicos, corruptos y acomodaticios los tienen ahora como los mentores de los nuevos funcionarios en un gobierno que prometió erradicar los vicios y trapacerías que estos personajes emisarios del pasado representan.
Algunos de sus amigos, jóvenes con escasa experiencia profesional, son señalados por chismosos que se dicen enterados, que están ejerciendo el poder de modo patrimonialista, sin pudor alguno; eso es lastre para una administración que necesita ser gobierno, entronizarse con los bienes de una entidad supra individual que representa los intereses colectivos de la sociedad, y cuya obligación es la promoción del bien común y ser facilitadores del desarrollo económico de la entidad.
Empero, una de las derivaciones de la rijosidad y encono perrediano, es que ha contaminado la necesaria política de comunicación social de esta administración, cuyo primer titular, a lo pendejo le abrió muchos frentes innecesarios con los hacedores de los medios, ahora, el suplente no ha dado señales de saber hacer una “operación cicatriz” con los periodistas de alto impacto.
Toño representa una nueva generación de políticos, tiene la obligación de demostrarnos que puede hacer una auténtica renovación generacional, de saber evolucionar y acreditar que son mejores para el quehacer público.
Dudo mucho que, conociendo el carácter biófilo de Toño Echevarría, exista en su persona el ánimo y las intenciones de jorobar a sus críticos, que de buena o mala fe, ejercen su derecho a manifestarse públicamente, recordemos que una de las primeras cuestiones que suceden en una sociedad abierta como la nuestra, es que todo gobernante, todo funcionario está sujeto al escrutinio público; y a ellos lo que se les reclama, es temperanza y una deontología política acorde con nuestras realidades.
La deontología (del griego «lo debido»), siempre ha estado relacionada con los deberes y obligaciones morales; en casi todos los campos existe un código deontológico que vela por el buen hacer, la práctica de las buenas costumbres. Y la política de este gobierno no dispone de un código deontológico definido, ni conocido por los ciudadanos; se impone hacer gobierno, un buen gobierno.
Y desprenderse de los inútiles que no dieron el ancho y los estorbos corruptores que les dejaron y ya los acomodaron…
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