Es un proceso que resulta absolutamente singular; los protagonistas, sus bases, los responsables de los sectores y los aspirantes, se conocen perfectamente. No hay fintas ni engañifa que pueda funcionar, si acaso algo de los simbolismos de la clásica política, la que se ejerce para mantenerse en el poder o para alcanzarlo.
La comunidad de la Universidad Autónoma de Nayarit es un coto singular de los universitarios; del poderío que viene a menos del largo cacicazgo de Luis Manuel Hernández al frente del sector de trabajadores; de un sindicato de catedráticos sin el protagonismo que debiera tener en el sector estudiantil; y éstos los estudiantes que pian pianito se apoderaron del cincuenta por ciento del consejo general, el órgano de deliberación y de poder para designar al rector de la UAN.
Hoy, todo mundo acepta que el próximo proceso sucesorio del rector, debe hacerse bajo el método de consenso de sus sectores prevalecientes; bajo la rectoría del contador Juan López Salazar, se han mantenido los equilibrios y han sido pocos los eventos –si acaso los financieros, que son eternos- que han amenazado con trastocar la cotidianidad de la universidad de todos los nayaritas.
De facto, la nomenclatura de la rectoría, Angel Aldrete con su poderosa Feuan; Carlos Muñoz con sus ambiciones de reelegirse para otro periodo, tienen el escenario muy claro, buscan una candidatura de consenso, y hasta la fecha, son dos los universitarios quienes aparecen como los posibles de ser los depositarios de la voluntad mayoritaria del consejo general para ser el próximo rector.
Humberto Lomelí Payán encarna el destino manifiesto de los feuanos, quienes en la sucesión anterior, apoyaron a López Salazar, porque visualizaron que su rectorado sería de transición, hacia la etapa de la consolidación de la organización estudiantil para apoderarse de la rectoría y de la UAN misma; ignoro si siguen el modelo de la FEG de la Universidad de Guadalajara, quienes durante lustros se incubaron para hacer lo propio y hoy tienen en un puño a la universidad de Estado de los jalisquillos.
El actual director de la UA de Derecho, tiene un maestría de estudios latinoamericanos por la UCLA en la Unión Americana; y en su hoja de vida aparece que es candidato a doctor ¿en derecho? por la Universidad de Guanajuato; desde luego que no es un intelectual, ni un avezado litigante; es un abogado que habla inglés y que es perito traductor de este idioma, registrado como tal en el TSJ local. Y tiene un inadmisible tertejamiento en sus locuciones.
ACTIVOS Y PASIVOS
Conociendo su origen, de hecho las críticas que se generan hacia su persona, recuerdan la época en que siendo dirigente estudiantil, estaba en su apogeo el porrismo en el campus; ha sabido compactar en su persona a influyentes universitarios, directores de escuelas preparatorias y de varias unidades académicas, porque lo consideran ¡un académico! Empero, su cohorte de amigos e incondicionales, le producen mala, muy mala fama en los nuevos universitarios, catedráticos e investigadores.
Quizás, la Feuan, congruente con sus posiciones de hace seis años, debiera ser el sector más entusiasta por la candidatura de Lomelí a la rectoría en el inminente proceso de mayo; sin embargo, Angel Aldrete, señala que buscan un candidato de consenso, y ellos se han encargado de potenciar la figura de Jorge Ignacio Peña González, el responsable de la secretaría de docencia del actual rectorado.
Nacho Peña –pa´sus cuates- divide diametralmente las opiniones sobre su persona, algunos catedráticos le reconocen su trabajo durante este periodo; en cambio otras voces, afirman que ha sido un funcionario de rectoría que no estuvo a la altura de su nombramiento; “no hizo nada por la docencia en estos años”.
Un mucho de subjetividad pareciera que existe al señalar, activos y pasivos de ambos contendientes; Humberto Lomelí y Nacho Peña, son los protagonistas visibles de la contienda interna de la comunidad universitaria; sin embargo, volviendo al principio de la nota, en la UAN, todo es conocido pero también atípico; puede surgir en días e incluso horas antes de la sesión del consejo general, pueden ponerse de acuerdo, asumir compromisos, repartirse posiciones y zás.! surge el nombre del nuevo rector, que no fue nombrado en los prolegómenos del proceso sucesorio.
También entre los viejos catedráticos, existe la percepción que si las posiciones se radicalizan, puede surgir un tercero en discordia, y para tal supuesto, existe ya la presencia de José Ocampo Galindo, director de la UA de Economía, que tiene un reconocimiento a su solidez intelectual y cuenta con importantes activos para hacer un digno papel como rector.
Han surgido por ahí, tres, cuatro aspirantes a rector; catedráticos de muy bajo o desconocido perfil cuyo voluntarismo al respecto, le está dando un tinte de pintorequismo a la designación del próximo rector.
Empero, en el asunto de la sucesión subyacen temas trascendentales para todos los universitarios, que urgen reordenar y resolver en la UAN; cuestiones elementales de docencia, programas de investigación y de post grados; la crítica situación financiera y algunas cuestiones culturales cuyo diseño actual recibe acres diatribas de muchas voces; verbigracia, los conciertos de los “Angeles Azules” y los eventos de la “señorita universidad” que, afirman, son típicos eventos de una cultura aldeana e impropia de una universidad que tiene mucho por construir.
Quizás, para resolver el acertijo que representa designar al nuevo rector, todo radique en imponer procesos democráticos para elegir a las dirigencias de los sectores, los cacicazgos estratificados envejecieron y no corresponde su existencia a los imperiosos reclamos de una nueva generación de universitarios que tiene claridad en los proyectos que debe desarrollar la UAN en el siglo XXI.
Ah..! y modificar de manera sustantiva el estatuto jurídico, el modelo actual ya es arcaico y posibilita la inequidad que un grupito de muchachos sin consciencia de los retos que la UAN tiene frente a la sociedad, designen al rector.
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