Desde 1974, he seguido -y colaborado- a las administraciones gubernamentales de nuestra entidad; y desde entonces, no se había dimensionado un escenario como el actual; un poder ejecutivo que mantiene serios diferendos con el poder judicial, y un poder legislativo cuyos líderes están seriamente molestos por el actuar inopinado del empoderado secretario general de gobierno, quien mantiene una cabeza de playa en el territorio de los legisladores.
El primero de los desencuentros al parecer tienen origen en la deficiente defensa jurídica que tiene el bigotón en sus juicios de controversias familiares; y, desde luego las querellas que ha presentado la fiscalía general en contra de ex funcionarios de los dos sexenios precedentes, y que los jueces que las conocieron en plenitud de jurisdicción les dieron palo.
Circunstancia que ha sido el leit motiv del dictum del gobernante; quien desde luego no está obligado a conocer que existe una separación de los poderes estatales y que los juzgadores de primera instancia tienen una real autonomía en sus funciones jurisdiccionales, y que en el entramado de nuestro sistema judicial, éstas no son definitorias, existen dos instancias más para obtener la verdad judicial.
El concejo de la judicatura está obligado a conocer y sancionar a jueces que hayan incurrido en faltas de probidad y hayan torcido la ley para favorecer a los ex funcionarios imputados, si es que en el poder ejecutivo se deciden cubrir adecuadamente la secuela judicial.
Y en la fiscalía general tienen que acreditar que sus carpetas de investigación están bien integradas.
El que debiera ser el eje conductor y referente de una política pública para reordenar el sistema de pesos y contrapesos de nuestro orden jurídico político, el secretario general de gobierno, el día de ayer, pretendiendo ser sarcástico, llega a lo vitriólico y les dice a los diputados que no hicieron bien su chamba y que ahora andan en las campañas políticas, mientras él sigue trabajando.
Con tales expresiones resulta difícil regularizar la vida institucional de los poderes estatales.
Desde luego que es inconsecuente que el gobernador prosiga en su talante de político en campaña, que su secretario general llegue el nivel de obcecación y falte al decoro y la necesaria urbanidad política en su trato con los otros poderes; un líder partidario en el congreso dijo “tenemos un serio problema político con el secretario de gobierno…”
Las causas de los desencuentros al final, poder considerarse como nimias, se impone la prevalencia de la institucionalidad, y tomar como divisa que los intereses superiores del Estado y su sociedad, son superiores a los intereses partidarios y a las ansias de revancha contra los emisarios del pasado…
Digo…
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