Hace algunos lustros, en el pleno dominio del largo milenio del Pri, al frente de los tres órdenes de gobierno en este país; en sociedades como la nuestra, macilenas, con su economía precaria, con ausencia de movimiento económico, se esperaban con ansia la llegada de las campañas políticas, dado que sin tanta reglamentación era laxa su normatividad y el binomio Pri-gobierno desplegaba una inusual actividad.

La política partidaria primero, luego la política electoral, las largas campañas para los cambios constitucionales, requería de una notoria derrama económica, que era ministrada por los recursos públicos, en el viejo y eficaz método de los usos y costumbres de la acrisolada experiencia priísta; el reciclaje del capital, la generación de cientos de empleos eventuales, hacía que varias actividades económicas se beneficiaran.

Había trabajo para choferes, auxiliares de todo tipo, edacenes y edacanitos, los restaurantes se atiborraban de políticos con sus seguidores; los hombres del poder económico, empresarios prodigaban comelitones a los candidatos, mandaban a sus gentes como cuadros operativos y de enlace con los seguros ganadores de eso que llamaban contienda electoral; el tricolor arrasaba.

Ganaban no solo los restaurantes y los concesionarios de transporte; tenían ingresos los meseros, vendedores de todo tipo de chucherías en y afuera de los restaurantes; los grupos musicales, las chicas de alquiler, los taxistas, los hoteles que tenían las salas de prensa. Todo era dinamismo por esos meses, había dineros y se permeaban los beneficios en el tejido social.

Empero, gracias al impulso de la sociedad, a la evolución del ciudadano, al reclamo de la democratización del sistema político electoral, este país, se transformó y de manera paulatina se crearon nuevas normas, se le quitó al gobierno federal el monopolio para la organización y resultado de las elecciones y se crearon las instituciones que medianamente hasta la fecha han posibilitado la democracia electoral en México.

A esta necesaria evolución, el modelo mexicano partidario electoral, dejó de constituirse en la hipercentralidad social de la política; el tejido social se ha fortalecido, y existen muchos escenarios en los cuales, el gobierno, los partidos y sus candidatos, importan auténticamente siete ingadas; la transición hacia la democracia política, iniciada con la alternancia en los ayuntamientos, gobiernos estatales y finalmente la presidencia de la república, remodelaron de arriba abajo a este gran país.

EL CASO NAYARIT

No solo en esta ocasión hemos tenido candidatos a diputados federales, sosos, grises, torpes e incultos; recuerdo a un Carlos Serafín, al que Jonás Flores y el que esto escribe nos costó enormidades que pudiera medio leer de manera entendible un discurso político de una sola cuartilla; el rechazo de la base priísta era más que ostensible, los actos de proselitismo daban pena ajena, en lo que hoy es el tercer distrito, con sede en Compostela, llevamos a cabo su cierre de campaña con unos mil gentes al inicio, quedando unos doscientos al final cuando habló el señalado candidato.

Recuerdo al líder nacional de la FSTSE, al famoso “Cheroke”, un nayarita metropolizado que fue electo senador de la república y nunca volvió al terruño.

Eran los tiempos de la hegemonía plena del poder político presidencial, de los gobernadores; incluso, al propio Jonás Flores, el coronel Rogelio Flores Curiel, lo hizo candidato a diputado por el distrito de los municipios serranos, y el buen Jonás, se compró y usó un curioso sombrero de huehuenche y unas bolsas tejidas de cora y huichol, camisas de manta y con tal atuendo se fue a campaña.

Se acuñaron los términos de “chilancoras” o “golondrinos” para definir a los dizque náyaros que desde la capital de la república venían unjidos como candidatos y seguros triunfadores en los comicios.

Hoy, lo que menos cuenta es el manejo de las ideas, o que el candidato acredite capacidades que emocionen al elector; las actuales candidaturas, son de los personajes incondicionales del gobernante, que pretende reproducir el poder desde el poder, sin considerar las lecciones recientes que nos dejó el pasado proceso intermedio estatal para renovar los ayuntamientos y el congreso.

Gracias a la argucia y las mañas de mi amigo Roberto Lomelí, el Pri mantiene una precaria mayoría simple; la capital y un buen porcentaje de las presidencias están en manos de las oposiciones Pan, Prd. El escenario es la mejor expresión de la composición de la sociedad, que, ante la excesiva regulación jurídica de las campañas, de los gastos de los millonarios recursos que el Estado les regala a los partidos políticos, se constata con azoro, que no fluyen hacia la sociedad.

Nunca como antes miles de millones para las campañas, que se quedan en los bolsillos de los dueños de las cúpulas partidarias y de los cicateros candidatos; el desdén es manifiesto de la ciudadanía, en la misma proporción de partidos y candidatos que se embolsan cifras millonarias; de ahí los índices de abstención…

Contacto.- cronicaslip@gmail.com

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Incursiona en géneros periodísticos, hace reportajes e investigación; es abogado, en “La Voz de Nayarit” como analista político. Los avatares del periodismo de opinión lo llevan al extinto “El Nayar”; posteriormente al revivir el diario como “Meridiano” es uno de sus columnistas principales. El gobierno de Celso Delgado y las organizaciones de periodistas le entregan el Premio Estatal de Periodismo 1993 en la modalidad de “Crónica”. Hace treinta y cinco años nace el periódico regional “Avance” y desde entonces es miembro de su página editorial como analista político. Pionero en Nayarit de periodismo en Internet, publica una página en la web “Crónicas del Sexenio”; se muda un par de años a Nuevo Vallarta y publica en los periódicos “Vallarta Opina” y “Nayarit Opina”. De regreso a Tepic incursiona en la Televisión pública como analista político. Establece una Consultoría Jurídica-Política y retoma el espacio en Internet, como periodista de opinión y reportero entrevistador.