Cualquiera que sea la filia o fobia política que tenga el ciudadano, una inmensa mayoría de los nayaritas y quienes habitamos la ciudad capital, no le podremos escatimar el más amplio reconocimiento al gobierno de Roberto Sandoval y al fiscal de hierro Edgar Veytia, la hombrada de haber desterrado la densidad delincuencial que asolaba la entidad a inicios de este sexenio, la peor de las herencias malditas que el sátrapa gobernador anterior le dejó a la entidad.
Pese a ello y otros factores que muestran la eficacia gubernamental, el electorado, en la ciudad capital le dio un serio revés a los proyectos políticos de reproducción del poder; aún se siguen esperando las opiniones al respecto de los responsables de haber operado la campaña y las redes de tierra en estos comicios.
La semana anterior, en ocasión de la anunciación del gobierno federal de poner en funcionamiento el grupo de seguridad denominado “Gendarmería de la policía federal”, el gobernante de los nayaritas, con ese olfato zorruno que tiene para adaptarse a los tiempos políticos que se generan desde el gobierno de la república, hizo un anuncio que dejó más preocupaciones que certidumbres, puesto que no se especificaron los nuevos roles de la Policía Nayarit, ese cuerpo de élite que fueron los artífices de la exterminaron los comandos de la delincuencia que campeaba en la entidad.
La gente se preocupa por el hecho de que esta policía se iba a retirar de las calles; considerando que uno de los factores más importantes de estas funciones, es la capacidad disuasora que impone a los delincuentes; con ellos en las calles, el robo de vehículos disminuyó hasta casi desaparecer; el robo simple a negocios y casas habitación, los critalazos y delitos menores fueron llevados a su mínima expresión.
En los últimos meses, previos a las campañas electorales, surgió en voces de las sociedad, expresadas en las redes sociales, los reclamos de padres de familia y de jóvenes que trasnochando, eran detenidos por las patrullas de la policía Nayarit, y sin respetar derecho alguno, los “basculeaban” o de plano se los llevaban detenidos a la fiscalía a las horas primeras de la madrugada de los sábados o domingos; en dónde eran liberados previo pago de multas de varios miles de pesos.
En alguna ocasión, le dije al primer comandante de esta policía, que ese era el mayor riesgo que ahora se enfrentaba este grupo de seguridad; la contención de sus elementos, que al haber erradicado a los delincuentes de las calles, ahora iban tras ciudadanos indefensos que solo salían de los antros pasadas la media noche; que de seguir con estas afrentas, todo el prestigio logrado y los reconocimientos sociales, se iba a ir al bote de la basura social, dado que cuando la policía reprime, es autoritaria y no admite razones, entonces se transforma en un autoritarismo deleznable que desprestigia un régimen porque no respeta los elementales derechos de la ciudadanía.
En esas andamos cuando Roberto Sandoval anuncia una modificación de las funciones de la que ha sido su exitosa policía; recién me entero off the record, que este grupo de seguridad, no desaparece, sino que permanecerán en sitios estratégicos de la ciudad capital, para salvaguardar la seguridad pública y efectuar acciones de reacción en caso de incidencia delincuencial.
LOS RECLAMOS SOCIALES
La gente que trabaja, se pregunta si ya el estado actual de la contención delincuencial ha sido suficiente como para retirar de las calles los rondines de este grupo de seguridad, prefieren desde luego que permanezca, para no arriesgar que surjan los raterillos espontáneos que se quieren pasar de vivos ante el alejamiento de las calles de esta policía que ya, es parte del paisaje urbano, aceptable por la mayoría ciudadana, salvo el prieto del arroz de detener a los noctámbulos de manera inadecuada.
En esto se imbrica también el reclamo de candidatos y ahora funcionarios electos, que desean que se les quite la máscara que protege su identidad, que se identifiquen perfectamente los números de sus patrullas para poder exigirle a la fiscalía, la responsabilidad a aquellos agentes que cometen excesos en contra del ciudadano.
Y luego, la llegada de la derecha a la presidencia municipal, que han anunciado que van a proponerle al cabildo próximo que revoque el acuerdo que establece la supeditación de la policía municipal de Tepic, al mando único estatal que ejerce el fiscal general, en un esfuerzo de dotarse de autonomía en este rubro y de operar los doscientos o mas millones de pesos que les corresponden en el presupuesto de egresos de la federación en el rubro de seguridad pública municipal.
Ningún tema es tan sensible como el de seguridad pública; si el gobierno no la prodiga, se va a la picota del descrédito; la policía es un actor político que tiene una responsabilidad social, cuando, en el ejercicio de la autoridad accionan para salvaguardar la paz y la seguridad de toda la sociedad, su papel, el mantenimiento del orden no puede estar sujeto a valoraciones morales, su fin último es el mantenimiento de las condiciones sociales necesarias para el ejercicio de los derechos y de las libertades públicas de todos, para la convivencia colectiva en civilidad.
Si Roberto Sandoval quiere replicar en la entidad un concepto diferente de policía, se debe considerar que, no se le puede dar el mínimo margen a la delincuencia común, que está inhibida por el poder disuasor de la violencia legítima que puede hacer uso el Estado a través de esta policía.
La policía –como quiera llamársele- es un cuerpo armado para prestar un servicio público de carácter permanente; toda persona tiene derecho a recibir la inmediata protección de su persona, derechos y bienes contra cualquier afectación delictiva; de ahí que, si estas funciones son precarias, se debe a una inadecuada formación; porque la función policial es toda una profesión sujeta a instrucción ética, de liderazgo y de servicio comunitario.
La respuesta las dubitaciones del gobernante será sin duda, es la profesionalización de los cuerpos policiácos, todo policía debe recibir una educación académica integral, que esté acorde a los nuevos retos de la sociedad y de las obligaciones que le impone la vigencia del nuevo sistema de justicia penal; sea cual fuere el nuevo rol, debemos de entender que esto, será una dura prueba para la sociedad, para constatar si ya hemos evolucionado o si aún tenemos en cada desempleado un delincuente en potencia que espera la menor oportunidad para atentar en contra del patrimonio de la gente.
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