La detención del fiscal Edgar Veytia, se ha convertido desde la semana pasada en el rico filón recurrente de las principales voces de los medios de la CdMx, aquellos que se consideran de alto impacto, influyentes opinadores, López Dóriga, Raymundo Riva Palacio, Carlos Loret, Denise Merker, Salvador García Soto, Carlos Puig, Juan Pablo Becerra Acosta, Rafael Pérez Gay (vulgo Gil Gamés) entre otras dilectas voces; si todas las miasmas que han emitido sobre la persona del que fue nuestro exitoso fiscal general, hubiesen sido emitidas en Inglaterra, bien pudieran estar en grave predicamento si la acusación pendiente para ser emitida el próximo 6 de abril en la corte de NY, no corresponde a la estridencia y al inaudito de las graves y exageradas imputaciones que le han endilgado de manera sibilina.
En México se ha abusado en demasía de la libertad de expresión; y luego la presencia de las redes de la internet, han permitido tamaña estulticia:
“Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles», afirmó Umberto Eco.
Empero, estamos en México, este país surrealista, cuya hipercentralidad de la política es el eje del modus vivendi de todos medios escritos y electrónicos, y evidentemente de todas estas voces que se han erigido en jurados y jueces que han condenado al acusado…., antes de que se conozca la imputación que debe de hacer el fiscal de la corte que emitió la orden de detención, por la figura delictiva de “conspiración”.
Y ni que decir de nuestros aldeanos opinadores, es triste y bucólico el espectáculo que están dando.
Conociendo la naturaleza del sistema judicial norteamericano, es realmente espeluznante los alcances difamatorios de la jauría de opinadores que hicieron cera y pabilo de la figura y la persona del fiscal Edgar Veytia; hemos de conocer la realidad de la imputación judicial, para entender la dimensión real de esta que es una auténtica patología del periodismo de opinión.
A lo mejor, hemos de ver si tienen hígado para tragarse sus propias admoniciones, dicterios y exageraciones.
LA FISCALÍA SIN VEYTIA
Por una singular circunstancia, asistí ayer a la fiscalía general, las funciones de los agentes del MP siguen como de costumbre, sus entidades administrativas, de peritos, policía investigadora, etc, cumplen con su cometido.
De la gente que a diario veía al Güero, aprecié en José Manuel Delgadillo, que sigue eficiente y diligente en su difícil dirección de investigación ministerial; sigue trabajando jornadas de 18 horas, se sigue desvelando, sigue comiendo tarde y en su oficina.
Al joven director de la policía Nayarit, el comandante Maldonado; el secretario particular Carlos Alberto Rodríguz, el famoso “Wily”, Delgadillo, y los guardias de Veytia, a todos los ví con el rostro desencajado, la viva imagen de duelo, de quien ha perdido a un ser querido; lo mismo aprecié en el rostro de las atentas secretarias que laboran en el despacho del fiscal.
Si fuese veraz al menos el 50% de todo lo que le han imputado al Güero, empezando desde el ridículo alias “Diablo” que nadie nunca había escuchado en la entidad, todas estas personas no estarían tan afectadas, como la apreció el escriba. O al menos ya hubieran puesto pies en polvorosa dada la naturaleza de las imputaciones.
Algo está podrido en este hecho, dijo ayer en Milenio Juan Pablo Becerra Acosta, tal cúmulo de maldad endilgada a nuestro fiscal, no corresponde a los índices de abatimiento de la delincuencia en Nayarit, en rubros tan extremos como homicidios dolosos, asaltos, secuestros y trasiego de droga; “o se denigra al fiscal o la corte de NY” dijo el destacado periodista de Milenio.
Conociendo a Edgar Veytia, podemos admitir muchas de las imputaciones locales, sí, el Güero es cabrón, muy echado pa´delante, intolerante ante la simulación, exigente en grado sumo con los funcionarios de la fiscalía; pero de esto que conocemos a la exageración de las imputaciones mediáticas, sencillamente son inverosímiles; pese a todo, tiene derecho a que se le respete su garantía de audiencia y la presunción de ser inumputable.
Y mientras no se conozca la naturaleza judicial de la imputación y sus medios de prueba, que tiene que emitir el fiscal de la corte susodicha en la gran manzana, todo lo que se siga escribiendo no será otra cosa que polvos de este estercolero en que se ha convertido los dichos difamatorios de estos ubicuos opinadores…
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